¿Soy un extraño sociológico en
mi propia tierra?
Cursar el bachillerato fue un
detonante en nuestro interés por estudiar medicina o alguna carrera
que tuviera relación con este estudio, estuvimos tratando de
investigar sobre como acceder a dichos estudios buscando algún tipo
de beca que hiciera menos gravoso los gastos de éstos para la
familia. Sin ninguna orientación en el bachillerato sobre escuelas
que ofertaran algún tipo de becas y con el pleno conocimiento de que
sería un sacrificio enorme para la familia el intentar siquiera
ingresar a la universidad para estudiar medicina, nuestra mejor
opción sería esperar un poco para luego seguir el rumbo de muchos
jóvenes de entonces y de hoy, buscar mejores horizontes en la Unión
Americana.
Decidir un cambio en el proyecto de
vida respondió al improvisado trabajo como docente interino en una
escuela de nuestro lugar de origen. Además de la invitación de dos
amigos a la Escuela Normal Rural “Gral. Matías Ramos Santos”
quienes me explicaron que los alumnos de dicha escuela contaban con
una beca amplia para desarrollar los estudios. Intentamos y solo yo
accedí a dicha institución de diez que hicimos el intento.
Para ese entonces todo mundo me
conocía por mi nombre, una persona común y corriente entre la
sociedad de mi pueblo. Una vez iniciados mis estudios en la escuela
normal la mayor parte del tiempo estaba fuera y solo regresaba a casa
en vacaciones o fechas especiales hasta antes de la partida de mi
familia hacia los Estados Unidos. Una vez egresado, en nuestro primer
trabajo profesional era agradable que la gente te llamara maestro,
que te tomaran en cuenta en las decisiones comunitarias o simplemente
te pidieran un punto de vista. Allá, en la comunidad donde laboraba
era el profesor o maestro y, al mismo tiempo, en mi terruño, seguía
siendo Macario o Maco; los familiares, los amigos de mis padres, los
vecinos siempre me habían llamado por mi nombre, era muy diferente
el rol social que jugaba en ambos lugares.
Después de varios años de trabajo
en la educación, frente a grupo o al frente de programas como
Escuelas de Calidad, Programas Compensatorios, etc., en la región
educativa de Tlaltenango, Zacatecas, algunas personas de mi pueblo
comenzaban a llamarme de manera distinta, ahora no era Macario, era
el profesor o maestro Macario. Una vez que regreso a mi pueblo para
integrarme a la administración municipal todo mundo me llamaba
profesor o maestro Macario; algunas personas de las comunidades
llegaron a pensar que no era originario de García de la Cadena,
pensaban que había venido de Guadalajara para apoyar en el trabajo a
esa administración. Me había convertido en el extraño sociológico
del que habla Lerena.
Pertenecer a ese reducido grupo de
personas que nos dedicamos a la docencia me ha dado satisfaciones
profesionales pero también considero que me ha alejado de un grupo
social. Cuando platico con personas que conozco de toda la vida y de
pronto ellos me llaman profesor o maestro siento que instalan una
enorme barrera entre ambos que impide desenvolverme con la confianza
que antes lo hacia al hablar con ellos. Sin embargo, cuando hay la
suficiente confianza me atrevo a decirles que soy el Macario de
siempre, el mismo que iba a ordeñar vacas y a encerrar becerros con
ellos, el que cortaba maíz y lo molía, igual que ellos; le digo que
mi trabajo se desarrolla en el aula pero fuera soy igual que siempre.
No considero ser un representante de
la cultura urbana ni mucho menos pertenecer a una microburguesía,
sin embargo, tal vez nuestro mucho transitar por diferentes lugares,
estar en contacto como estudiante con personas de diferentes lugares
del estado, me hicieron modificar mi forma de vida, aprender nuevas
costumbres, incluso vestir como ellos pero diferente que la gente de
mi pueblo; tal vez es mi imaginación. Pero de una cosa estoy seguro,
para muchos no soy el mismo de antes, ni lo seré, mi profesión me
ha convertido en un extraño sociológico, incluso para muchos de mi
misma familia.
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