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jueves, 28 de febrero de 2013

EL PROFESOR UNA PERSONA LLENA DE CUALIDADES


EL PROFESOR, UNA PERSONA LLENA DE CUALIDADES.

¿Qué características debe tener un buen profesor?

“Y si no tiene fe en la escuela, si no tiene fe en su elevada misión, no tendrá entusiasmo; sin entusiasmo profesional todo maestro es malo, tanto que nos parece criminal”[1].

Primeramente, varias veces había escuchado la palabra vocación, y pues sabía que se refería a que desde chico o ya en el nivel medio superior te hubiera surgido el gusto por alguna profesión, en este caso, la docencia. Cuando me cuestionaban sobre si había estudiado por vocación esta carrera, la respuesta era automática, no; esto de alguna forma me hacía sentir un tanto mal, pues, me imaginaba que para poder ser catalogado como un buen profesor, primeramente tenía que haber estudiado por vocación.

Mi sorpresa fue grande cuando me di cuenta que también existe la vocación adquirida, la cual es la que nace durante la marcha, y es resultado de la responsabilidad, la entrega, las ganas de querer hacer bien las cosas, amor a tu trabajo, etc. y a pesar de que no es tan autentica e importante como la vocación natural, todos los docentes en servicio deberíamos de adquirirla, en caso de no tener la primera. “Pedro Alcantara García (s/f. pág. 388-389) al enumerar las cualidades requeridas para aspirar a la carrera normalista señalaba que a falta de vocación “espontanea” (“que es lo que siempre debiera ser”) buena es la vocación adquirida “mediante la reflexión y el esfuerzo de la voluntad”[2].

Las cualidades y características del buen profesor, no se limitan a tener vocación y fin, al escuchar tantas cualidades que debemos tener los profesores, hasta parece imposible que todas sean parte de una misma persona, entre algunas de las características que Emilio Tenti Fanfani cita como necesarias en un docente son:

·         La robustez, la salud y fortaleza física en general son necesarios para, en primer lugar sobrellevar “la pesada carga” del oficio de maestro y en segundo lugar porque estas propiedades le permiten al docente “hablar y obrar con energía  y prudencia” ( Tapia, L. 1983)[3].

·         El aspirante a maestro “necesita tener buena vista para vigilar a los niños hasta en sus más insignificantes movimientos; un oído fino para percibir todas las palabras y los más leves ruidos que se produzcan a su derredor; de movimientos fáciles para trasladarse violentamente a donde fuere necesaria su presencia (…)” (Bonilla, J. 1905, pág. 251)[4].

·         El buen maestro es una combinación históricamente variable de vocación, cualidades morales, conocimiento pedagógico, y conocimiento de contenido. Cada paradigma pedagógico, y cada época histórica “dosifica” de un modo diferente cada uno de estos componentes[5].

En lo particular estoy de acuerdo con esas características antes descritas, a excepción donde señala que debemos tener buena vista para dirigirse violentamente a donde fuera necesaria su presencia, le quitaría lo de violentamente por tranquilamente. En lo personal le agregaría otras que son las que nos deberían de mover cada mañana: sentido de responsabilidad, de ética profesional, amor a tu país y por ende a la escuela y a los niños, encarnar a aquellos niños raquíticos de conocimientos y pobres de sabiduría, sentir que nuestra labor es importante y que debemos de hacerla lo mejor posible, tratar de dar ante la sociedad ejemplo de vida, educar con el ejemplo. Podría mencionar más pero queramos o no, “QUE DIFICIL ES SER PROFESOR” muchas veces si me comparo con un sacerdote, pues me doy cuenta que las miradas están sobre ti, no puedes andar tomando o diciendo palabras groseras porque de inmediato los padres de familia o los niños te lo echaran en cara, si no práctico los valores morales como persona y como padres de familia, ¿cómo lograr inculcar en los alumnos que los práctique?

 

¿Sin título o con título?

“Aun cuando es posible que el maestro pueda “formarse por sí mismo”, las instituciones especializadas “abrevian el tiempo de estudio” y “unen la teoría a la práctica”. La “novedad” de las Normales consiste precisamente en eso: enriquecer la práctica con el conocimiento teórico, propio de la Pedagogía moderna”[6].

Cuando empecé a leer que hace algunos años había un dilema entre los que estaban de acuerdo en que los que quisieran dedicarse al magisterio pues tenían que estudiar en las normales para obtener un título, y los otros que no estaban de acuerdo pues pensaban que no era necesario, se me hizo ilógico pensar que hubiera gente opuesta a pedir título para llevar a cabo  la profesión docente, si titulados y según eso preparados, salimos con bastante deficiencias de las normales, si sin título se decían ser buenos profesores, ahora con título, pues yo creo que mucho más.

Yo me pregunto ¿qué profesión no exige un título para poderla practicar?, ¿A caso el ser profesor no es una profesión?. En lo particular estoy de acuerdo con lo que afirma Díaz Cobarrubias pues menciona que  “la autorización a todos para ejercer cualquier profesión sin título ni diploma alguno que garantice de algún modo su competencia, no es más que la autorización al charlatanismo, y la sanción del peligro constante de que la vida, los intereses, la honra de cada ciudadano queden a merced de la ignorancia y de la audacia”[7].

A pesar de la exigencia del título para poder ejercer la docencia en la actualidad, como que no ha bastado ni ha dado los grandiosos frutos deseados, las causas pueden ser varias y diversas, pero la sociedad y los medios de comunicación dicen que somos nosotros. Sabemos de antemano que para que se pueda brindar una educación de calidad en los centros educativos que responda a las demandas de la vida social actual, se requiere algo más que buenos profesores, se requiere autoridades educativas que nos apoyen y nos capaciten, sin dejar a un lado a los niños y padres de familia comprometidos con la educación.

Enfocándome solamente a los docentes y de acuerdo a mi experiencia, no quiero ser negativo ni verdugo en mencionar que algunos profesores si hemos dejado de hacer varias cosas que son importantes en la educación de los alumnos, hemos caído al “no pasa nada, todo está bien, para lo que me pagan”, sinceramente hemos abusado demasiado y hemos dejado de comprometernos con nuestro trabajo, no lo niego en muchos casos es razonable pues como docentes vivimos ambientes hostiles, difíciles, complicados, estresantes, amenazantes, etc. Sin embargo muchas de las veces hemos caído al conformismo por comodidad, no queremos pero ni esforzarnos aunque sea un poquito, queremos que todos nos caiga del cielo. En si hemos sobrepasado la línea, no digo que seamos unos mártires de la enseñanza, pero tampoco unos mediocres holgazanes de la educación; hagamos nuestro trabajo y esforcemos porque nuestra práctica docente no sea brillante ni excelente, pero si aceptable, responsables de nuestras actividades, pocas palabras, “La sociedad necesita profesores profesionales (…) y no esperar a que vengan apóstoles de la enseñanza que la rediman”[8]  

 

 

¿Cómo estimular a los profesores?

“Será necesario auxiliar la fuerza de la vocación con la promesa de incentivos y recompensas materiales aquí y ahora (ingreso, carrera, seguridad, etc.) y no meramente simbólicas y generalmente “post- mortém”[9]

Nosotros los profesores somos como los niños de un salón de clases, hay algunos que no necesitan gran cantidad de estímulos ni regaños para echarle todas las ganas en lo que hacen, hay otros que somos como los niños “problema”, no quieren hacer nada, sólo reniegan, se la pasan molestando a los demás, no hacen las tareas, etc. Así somos los docentes, sin embargo, ni el niño “problema” es el culpable en serlo pues arrastra un sinfín de problemas y dificultades o simplemente es el resultado de una formación que ha recibido en el hogar, ni los profesores somos los culpables, son tantos factores, actores educativos, problemas, falta de estímulos, falta de una orientación bien ejercida, falta de preparación profesional, exceso de trabajo, recibir un mal ejemplo e injusticias de las autoridades educativas superiores, etc. Que son los responsables directos de que hayamos profes catalogados como “problema”.

Lamentablemente la sociedad en general no se ha dado cuenta de los problemas de raíz que nos afectan a nosotros los docentes, sólo se remiten a decir, “son malos profesores”, más nunca se preguntan ¿por qué?, ¿hasta qué punto como padre de familia y como sociedad he sido formador de “malos profesores”?, reconozcamos, ¿cuántas veces le he dado las gracias al profesor de mi hijo por cuidarlo, educarlo y orientarlo, cuántas veces me he arrimado a preguntarle en qué le puedo ayudar a mi hijo en casa, a cuántas reuniones con padres de familia he asistido y he dado mi punto de vista sobre lo que no me parece y debería de mejorar, cuántas veces cuando miro que el profesor a la semana falta una o dos veces me he acercado y como padre de familia le he preguntado por qué falta tanto?, no verdad, mejor voy y le paso el chisme a la comadre, hablamos entre nuestras amistades del “mal profesor que tiene mi hijo”, pero nunca hemos hecho nada por darle ánimos, de exigirle, de platicar de cerca, de llegar a acuerdos y compromisos, de tratar de trabajar juntos, etc.

Es por ello que estoy de acuerdo con Emilio Tenti Fanfani cuando señala que “Pese a la grandeza proclamada de su misión, el magisterio ha sido desde su origen una profesión con bajo reconocimiento social. Precisemos: bajo reconocimiento de aquellos que tienen la capacidad de juzgar y hacer que sus juicios tengan un peso específico particular. Por ello esta situación no es contradictoria con el hecho cierto del respeto y reconocimiento que las comunidades populares del campo y la ciudad dispensan al maestro”[10].

Además de los estímulos que los docentes debemos de recibir de la sociedad, los más directamente implicados deberían ser primeramente las autoridades educativas superiores. Sin embargo tampoco han cumplido ese papel como debería de ser, si bien lo expresa Tenti Fanfani, “El Estado debe proporcionarles a los maestros “medios para que ocupen en la sociedad el lugar que les corresponde y, sin dinero la vida se hace pesada, porque el hombre no vive solamente de ideas y de satisfacciones morales, necesita también buenos alimentos y comodidades materiales”[11]

En resumen, ser profesor cada día es más difícil y complicado, las exigencias de preparación profesional están a la orden del día, sin dejar a un lado la certificación constante, espero que con esto ahora si estén contentos y realmente los frutos se vean reflejados en la calidad de la educación que reciban los niños y jóvenes mexicanos, de lo contrario ya no sé qué nos vayan a pedir.

 

Bibliografía

 

TENTI Fanfani Emilio “El oficio del maestro: contradicciones iniciales, (1998), en: ALLIAUD, Andrea, y DUSCHATZKY, Laura, Maestros. Formación, práctica y transformación escolar, Buenos Aires: Niño y Dávila Editores-Universidad de Buenos Aires, pp. 63-111.



[1]TENTI Fanfani Emilio “El oficio del maestro: contradicciones iniciales, (1998), en: ALLIAUD, Andrea, y DUSCHATZKY, Laura, Maestros. Formación, práctica y transformación escolar, Buenos Aires: Niño y Dávila Editores-Universidad de Buenos Aires, P. 68
 
[2] Ídem, p. 65
[3] Idem, p. 69
[4] Idem, p, 71
[5] Idem, p. 75
[6] Idem, p. 92
[7] Idem, p. 86
[8] Ídem, p. 94
[9] Idem, p. 66
[10] Idem, p. 78
[11] Idem, p. 81

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