Visitantes

viernes, 26 de abril de 2013

A PALABRAS NECIAS…OÍDOS ATENTOS A LA VOZ INTERIOR.

(Diálogo con Popkewitz y Lind)

“En sus marcas…¿Listos?...¡Fuera!!!
L os maestros se preparan antes de iniciar una labor que han elegido desempeñar para toda la vida porque están deseosos de emprender los nobles sueños que han alimentado en sus años de estudio, para convertirse en los formadores de espíritus vivos. Una vez desarrolladas las habilidades necesarias antes de desarrollar la docencia, el siguiente paso es seguir formándose durante la práctica para reforzar, fortalecer y encontrar alternativas para encaminar a los niños a la aventura del aprendizaje. Pero finalmente, una vez que se ha pasado por el antes y el durante, llega un tercer paso que es el después. Es aquí donde se hay un pozo al que se corre el peligro de caer.

Tardé un largo rato intentando escribir para esta reflexión, un título que reflejara mi idea central: Dime con quién andas…; La profesionalización desprofesionaliza. Pero todos ellos engloban una realidad permanente, estática, que dura por siempre, tampoco se aplica a todos los contextos educativos, aunque en el que yo vivo actualmente en la educación secundaria, sí. Sin embargo, la ciencia de la educación es una verdad mutante que por tratar con seres humanos está viva y en movimiento constante, por lo que “No hay mal que dure cien años”.

 En diálogo con Popkewitz y Lind se observa que vivimos en un sistema educativo que demanda profesionalidad, un eufemismo que encierra la perversión de “los signos manipuladores” que el Estado aplica a la sociedad con la retórica de sus discursos que adormecen los sentidos. Es desde este punto que observo dos realidades. Por un lado, las implicaciones de la preparación docente; y por otro, la realidad en el aula. La formación docente se puede encontrar dentro del sistema de educación pública, pero también de manera particular con las antenas que los profesores traen integradas cuando se despierta el interés de hallar lo que aunque no está perdido, responda a las necesidades propias. Esta última es una opción, que podría enriquecer al entorno en que el profesor se mueve. Desafortunadamente, esta no es una inversión que se pueda explotar mínimamente en el aula, a menos que se tangan suficientes agallas, fuerza de voluntad y creatividad para transformar lo más importante, la relación que sucede con los alumnos en el proceso de su formación. La primera, no es una opción, es un sometimiento a la esclavitud de adiestrarse en un sistema que lejos de formar deforma los principios pedagógicos y aún los morales.

El haber trabajado en un sistema particular de la educación no me eximía de los decretos del sistema público; pero el ignorar la corrupción que en él se vive, me mantenía alejada del desgaste emocional sin sentido. Tres años y medio de vivir la experiencia del sistema educativo público no hubieran sido suficientes para quitarme la venda de la ignorancia ante una realidad tangible si no estudio, de manera particular, la Maestría en Educación con Campo Formación Docente (MECFD) en una institución ajena a dicho sistema. El primer año sucedió que entré a un círculo de una comunidad donde se practican costumbres ajenas a las mías, pero que por querer practicar una mentalidad de apertura a lo desconocido, no me resisto, y empleo mis estrategias de adaptación a esa cultura. Finjo que todo va bien, pero no me siento a gusto porque todo lo que ahí sucede se deslinda de mis principios pedagógicos. Ingreso a estudiar la MECFD y la venda de la ignorancia se resbala, comprendo por qué ese malestar y mi vivencia es otra: la impotencia de no saber “cómo corregir al que hierra”.

Ahí dentro en la secundaria, y concretamente en los grupos que trabajo, experimento que las estrategias de aprendizaje que en otros contextos fueron un éxito, aquí son obsoletas. Cada maestro nos enfocamos a nuestra materia, fragmentando al alumno en demandas diferentes entre sí, según el criterio de cada profesor que entra en la vida de los alumnos. Separamos, en nuestro subsistema inmediato, lo que nos ayudaría a con la solidaridad de relacionar criterios de humanidad, mas no con la uniformidad de someter a los niños a la misma dinámica de reproducir estándares que siguen entrenando a las personas a que sirvan para algo, la producción.

Este es un círculo parecido a las bandas de una fábrica, en el cual aparece un ritmo donde siempre sucede lo mismo. Los profesores no solamente reproducimos lo que se nos indica, sino que con ello va implícito uniformar las mentes de los alumnos, mismos que, por vivir en un sistema homogéneo, serán quienes con el poder que alcancen continúen alimentando el círculo proveedor de perjuicios.

El sometimiento a la profesionalidad manipuladora que el Estado exige con sutileza, ha detenido mi cabeza en posición de ahogo. Ahora el quiero salir a flote a beberme el oxígeno que me despierte y me regrese a la vida que se escapa con la dignidad arrebatada.

Se puede permanecer a flote fingiendo estar dormido en la superficie, pero la dignidad impulsa y hace creer que la mejor posición para formarse es, por un lado, someterse a la profundización de la introspección espiritual, para que al encontrarse a sí mismo sea posible ayudar al niño ofreciéndole un espacio cordial en la escuela, como alternativa a la realidad hostil que fuera de ella se vive; y por otro lado, la postura de una resistencia física que confronte los errores que vive nuestro México.

 POPKEWITZ,Thomas/LIND,Kathyn “Incentivos docentes como reformas: Trabajo docente y cambio de los mecanismos de control en educación en: Teachers College Record. Vol. 90, No. 4, 1989, pp. 575-594

No hay comentarios:

Publicar un comentario