La
imposición mata el gusto por la lectura
Los maestros, o los profesores de enseñanza básica, se
caracterizarían también por el autoritarismo pedagógico y por el
conservadurismo político[1].
En México se tiene un
problema grave que lo ha distinguido durante
varias décadas, este problema es la falta del hábito de la lectura en
general en toda la población, profesionales o no profesionales, según estudios
son muy pocos los libros anualmente leídos por los mexicanos en comparación con
otros países. Este problema puede tener varias causas, entre las que se pueden
mencionar la falta de cultura de la lectura en las casas, la falta de acervos en los hogares, así como la
imposición de la lectura en las escuelas. Esta última lo único que ha provocado
es que los alumnos aborrezcan y rechacen la lectura.
Lo anterior puede ser
resultado de lo que menciona Lerena, pues este afirma que “Concretamente, y
dicho en crudo, los maestros de los pobres, los maestros de las clases
populares, no están esencialmente para
enseñar, para hacer crecer o desarrollar un conjunto de hábitos en sus alumnos,
sino que están para delimitar el conjunto de hábitos legítimos. Para que
los valoren y los reconozcan más que para que positivamente los aprenda. En
otro lenguaje, están para imponer la legitimidad de la cultura dominante y no
tanto para inculcar esa cultura”[2]. Está claro que como
docentes si queremos inculcar y llevar a la práctica esa cultura dominante que
menciona Lerena, en este caso el hábito de la lectura, es importante saber de
antemano que se requiere bastante tiempo, en el cual primeramente
constantemente podemos leer en voz alta a nuestros alumnos textos de su
interés, luego invitarlos a que lean sus textos que ellos mismos redactan, para
pasar posteriormente a leer textos de su interés. Con los padres de familia
debemos concientizarlos sobre la importancia que tiene la lectura en los
alumnos como una competencia básica para seguir aprendiendo, después los
podemos involucrar en actividades de lectura como lo son los cafés literarios.
El objetivo es que no vean la lectura como algo aburrido y tedioso, sino como
una actividad que puede ser divertida y placentera.
Quizás la forma de querer
inculcar el gusto por la lectura en nuestros alumnos no ha sido la más
acertada, esto debido que primeramente como docentes tampoco tenemos el hábito
de la lectura, nos piden que pongamos a leer a nuestros alumnos y eso es lo que
hacemos, más nosotros jamás o casi nunca leemos frente a nuestros alumnos. Es
claro que el problema del hábito de la
lectura entre los alumnos es más grave o más difícil de erradicar entre los
alumnos de las clases populares o rurales en nuestro caso, primero porque
muchas familias a penas si tienen para comer, lo que hace casi imposible la
adquisición de libros, segundo, los papás son menos conscientes que la lectura
puede ayudar a sus niños en sus estudios; en cambio los papás de clases medias
son personas de un nivel de estudios más elevado, tienen más recursos
económicos para poder adquirir diferentes acervos, son personas más
comprometidas a que sus hijos obtengan buenas calificaciones. Es por ello que
estoy muy de acuerdo con Lerena cuando afirma que “Dentro de aquellas escuelas en donde el alumnado es
de clases medias, o en donde las clases populares son minoritarias, el maestro
se comporta, valga la expresión, como en familia. Por el contrario, cuando
entre el alumnado predominan las clases populares, lo que constituye el centro
de la escena escolar es el problema de la disciplina. Se trata está claro, de
la imposición de una tarea de
aculturación. Primero, esa tarea exige un ethos característico. Segundo, esa
tarea no se lleva a cabo sin la resistencia, activa o pasiva, de los alumnos”[3].
Como
docentes tenemos bastantes limitaciones y deficiencias, sin embargo si tenemos
las ganas y el compromiso de mejorar lo haremos, es por ello que me quedo con
la siguiente frase “Para decirlo como Durkheim: estos rasgos o los otros no son
un dato de partido, en cierto modo no son suyos, no les pertenecen. No son los maestros quienes
fundamentalmente hacen la escuela, si no la escuela la que hace a los maestros[4]”.
BIBLIOGRAFIA
LERENA, Carlos, “El
oficio de maestro. Posición y papel del profesorado de primera enseñanza en
España” (1998), en: ALLIAUD, Andrea, y DUSCHATZKY, Laura, Maestros.
Formación, práctica y transformación escolar, Buenos Aires: Niño y Dávila
Editores-Universidad de Buenos Aires, pp. 23-61.
Excelente, maestro:
ResponderEliminarUn tema de sociología de la educación, en palabras de Carlos Lerena, usted lo convierte en motivo de profundización de su tema de estudio.
De su escrito aprendo que es difícil que el profesor inculque el gusto de la lectura, cuando tiene el hábito profesional, impuesto por el sistema educativo, de imponer una cultura extraña.
Saludos.
Hugo Ávila Gómez