¿CÓMO
TRANSFORMAR Y MEJORAR NUESTRA PRÁCTICA DOCENTE?
Dejar de pensar que todo lo hacemos bien y
que no es necesario cambiar nada.
Como
docentes, ya se ha mencionado bastante, tenemos una gran responsabilidad ante
nuestros alumnos y en general ante la sociedad. Conocemos de lo difícil y
complicado que cada día se está poniendo el cumplir con todas esas demandas y
exigencias de parte de nuestras autoridades superiores principalmente. Es por
ello de que se acabaron o están por acabarse esos tiempos en los que “no pasaba
nada”, ahora las reformas van encaminadas a que como docente tu trabajo sea de
calidad y por ende rindas frutos, de lo contrario lo van a sentir mucho pero te
van a mandar una y otra vez a cursos y luego quizás busquen la forma de que tú
sólo digas hasta aquí, no puedo.
Sé
que como docentes podríamos pasárnosla renegando y rechazando las reformas
actuales, sin embargo, no podemos cambiar las cosas, ya estamos metidos en esta
profesión y tenemos que adaptarnos a lo que venga, es por ello que tenemos que
esforzarnos por echarle todas las ganas de intentar ser mejores docentes, pues
todos tenemos deficiencias y fortalezas, eso no lo podemos negar. Un gran paso
hacia la mejora en nuestra práctica docente es reconocer eso, nuestras
debilidades y fortalezas, si como docentes no tenemos esa capacidad de
autoevaluarnos y reconocer esas deficiencias, es difícil y casi imposible
tratar de ir mejorando nuestro desempeño; al contrario nos la pasaremos
fijándonos solamente en lo que los demás hacen mal para estarlo recalcando y
criticando.
Es por ello la
invitación de “Dejar de pensar que todo lo hacemos bien y no es necesario cambiar nada”,
en muchas ocasiones “La ideología tiende a deformar la realidad. La ideología
comprendida como falsa conciencia está integrada por mitos, utopías y dogmas;
estos conceptos no sólo son deformantes de la realidad en el sentido
cognoscitivo, sino que, en la medida en que se apropian de las mentes de
hombres reales, se transforman en relaciones sociales y, por ende, en
comportamientos”[1].
Abramos los ojos, reflexionemos profundamente y preguntémonos ¿realmente estoy
haciendo bien mi trabajo, qué podría mejorar y cómo?, no nos apartemos de la
realidad y cotidianamente veamos a nuestra práctica como algo normal y
rutinario, en la cual todo está bien, y no hay nada que superar.
Muchas
de las veces podemos escuchar recomendaciones o sugerencias por otros profes o
más directamente por los supervisores en cuanto a nuestro desempeño, con el fin
de evitar dichas prácticas o mejorarlas, y si en estos casos no les doy
importancia y sólo me imagino que me quieren perjudicar pues me tienen coraje o
envidia, como docente estoy haciendo muy mal, esto quiere decir que no he
logrado ser consciente de que tengo varias debilidades que requiero fortalecer
y esto está provocando que ya los demás lo estén viendo y traten de hacérmelo
ver, muchas de las veces, no para hacerte un mal, sino para que superes aquello
y reflexiones que no es correcto aquello.
Es
muy difícil aceptar y comprender todas aquellas observaciones que los demás
pueden hacer hacia tu labor como docente, de inmediato las sentimos como
ataques hacia nuestra persona y hacia nuestro trabajo, pensamos que todos están
en nuestra contra. Es por ello que no permitamos que pase esto, como personas
adultas reflexivas y profesionales de la educación debemos tener la capacidad
para saber lo que estoy haciendo bien y también lo que me falta mejorar, no
permitamos que otros nos digan lo que nosotros sabemos de antemano, es por ello
que “Tal reconceptualización requiere ser realizada por el mismo docente, él es
quien debe transitar su crisis, lo que significa dejar de creer en lo que he
creído, dejar de pensar como he pensado y dejar de hacer como he hecho; pues de
no ser así, si la reconceptualización les llega del exterior, la interpretarán
desde su marco interpretativo alienado. No es posible que realicen la
transformación si la propuesta les llega desde fuera -ilusión política o
idealismo pedagógico-, pero sí lo es que localicen la residencia del poder
alienante en su práctica docente y ensayen caminos hacia su transformación”[2].
La experiencia, falso engaño.
Para el
docente el valor de su experiencia es grande. Su veracidad se demuestra
cotidianamente:
a través del tiempo ha aprendido a conocer el bien y el mal, lo correcto e
incorrecto, la inteligencia y la torpeza, en fin, ante más experiencia más
capacidad para valorar. Califica su experiencia de infalible y verídica, piensa
que cuando comete un error es porque no se basó en ella[1].
Antes que nada es
importante señalar que la experiencia en la práctica docente, de forma personal
pienso y sé que es muy buena, puesto que es un cumulo de conocimientos y
habilidades que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra profesión y que nos
han ayudado a enfrentar y resolver los problemas que se nos han presentado. El
problema aquí es preguntarnos ¿Qué tipo de experiencia es la que tengo yo como
docente, es buena o no tanto?, de la respuesta de estas preguntas depende si es
recomendable usar dicha experiencia o mejor tratar de hacer cosas nuevas que
puedan darnos mejores resultados.
La práctica docente
es como una cadena de muchos eslabones,
los cuales van girando y al término de cierto tiempo vuelven a llegar al mismo
punto, dichos eslabones son las estrategias, actividades y conocimientos que
como docentes aplicamos y vamos adquiriendo día con día. La experiencia es ese
cumulo de eslabones que hemos logrado armar y construir a lo largo de nuestra práctica
docente, sin embargo cabría preguntarnos, ¿de qué calidad son esos eslabones, acaso
me he detenido en varios momentos de mi práctica docente a tratar de pulir o
limpiar aquellos que están defectuosos o los he dejado igual y poco a poco
todos se han empezado a deteriorar y yo no hago nada, sigo utilizando esos
mismos eslabones a pesar de no ser de la calidad necesaria?.
Cada día frente a los
alumnos es un ciclo, el cual hay que evaluar, reflexionar y analizar, ¿qué
hice, cómo lo hice, qué puedo modificar para obtener mejores resultados?. Si
como docentes hacemos esto, pues al término de diez o quince años nuestra
experiencia va a ser basta y muy buena, suficiente para enfrentar y obtener
mejores resultados. Si al contrario, jamás reflexionamos nuestra práctica, la
vemos como cotidiana y aburrida, sin novedad y llega de problemas pero de las
otras personas, pues nuestra experiencia va a ser esa, muy pobre, raquítica y
llena de errores y deficiencias, pero a pesar de esto la vamos a seguir
poniendo en práctica, pues “nos ha dado muy buenos resultados”, llega el día que
el profe se jubila y está feliz de haber aplicado esa experiencia que tanto le
sirvió durante toda su práctica docente y que muy pocas veces replanteo o
pulió, pues todo estaba bien.
Es por ello que
podemos afirmar que les experiencia basada en “todo está bien y no pasa nada”,
es la como la experiencia alienada, pues
“La experiencia alienada posee lo simple como elemento de su método; esto le
permite creer en mitos, utopías y dogmas. La experiencia interpreta lo simple
con certeza y seguridad; considera verídico lo simple, por tal razón, la
práctica docente cuando se sustenta en la experiencia simple adopta la certeza,
pues ésta le garantiza la seguridad”[2].
Antes de finalizar,
es importante pues ser conscientes que sí, la experiencia adquirida es de mucha
ayuda cuando es basada en reflexiones, adaptaciones, modificaciones e
investigación; sin embargo no lo es todo, el mundo es cambiante, los alumnos no
son iguales, todos reaccionan de distintas formas, hay que ser muy cautelosos y
tener el tacto necesario para conocer primeramente nuestra materia de trabajo,
los alumnos, y adaptarnos a sus necesidades, intereses, problemas y
deficiencias, de lo contrario el fracaso podría dominar, a pesar de haber usado
toda nuestra experiencia. Así pues, “El profesor distingue, clasifica, y
jerarquiza los comportamientos orientado por su experiencia. Por esa razón la
experiencia docente es muy valorada, generalmente es aceptado que ante más
experiencia más capacidad para conocer a los estudiantes. Sin embargo la experiencia
del docente, por más capacidad que haya desarrollado para valorar
comportamientos lo que percibe son seudocomportamientos;
comportamientos reales pero falsos, concretos y alienados. No percibe fantasías
sino comportamientos que él mismo colabora a formar”[3].
UNA REFLEXIÓN PROFUNDA, HECHA A CONSCIENCIA,
AJENA DE MITOS Y CREENCIAS, UNA OPCIÓN PARA MEJORAR NUESTRA PRÁCTICA DOCENTE.
En la
práctica docente lo fácil implica no preocuparse por lo oculto, es más, ni
siquiera pensar que lo oculto existe; todo es evidente, la tarea del estudiante
consiste en asimilar la evidencia y también en no pensar que lo oculto existe[4].
Ya se ha mencionado la importancia y la necesidad de que en las
prácticas docentes haya reflexiones profundas a lo que se hace o deja de hacer en
todo lo referente a la educación, lo que proseguiría a modificar o replantear lo que no se está
haciendo adecuadamente desde nuestro punto de vista. Sin embargo no es fácil
que de la noche a la mañana se den esos cambios, pues por comodidad, costumbre,
ideología, etc. muchas de las veces los docentes somos renuentes al cambio,
pues implica retos, dedicación, tiempo; lo que provoca incertidumbre, temor,
desconfianza. Es por ello que se puede mencionar que “En la educación se
pueden encontrar ambos tipos de cambios, sin embargo es mucho más frecuente el
conservador; pues contra los más sanos deseos las ideas dominantes siguen
siendo las del poder dominante y éste es, por su naturaleza, conservador. Estos
cambios planeados para perpetuar se caracterizan por ser ajenos a quienes se
dirigen, son mistificados con los argumentos del proceso, del éxito y de lo
moderno; bajo esos argumentos buscan ocultar su servicio al poder, engañan a
quienes ingenuamente creen en sus virtudes”[5].
Como docentes dejemos
a un lado los mitos, creencias, ideas, y argumentos falsos que dañan y laceran
nuestra práctica docente, pues la pueden enmascarar como buena, fácil y
eficiente, cuando en realidad puede pasar todo lo contrario. Es por ello que,
por el bien de todos, como docentes hagamos continuamente reflexiones profundas
y sinceras sobre nuestro desempeño como docentes y lo más importe, realicemos
los cambios y transformaciones necesarias para tratar de, en la medida de lo
posible impartir, coordinar y modelar una educación de calidad.
Si hacemos lo
anterior no quiere decir que podremos elevar la calidad educativa en todos los
alumnos a nuestro cargo, pues es muy sabido que en lo educativo hay varios
actores que aparte del docente cumplen una función muy importante, como lo son
los propios padres de familia, el contexto sociocultural, lo económico, etc.
Sin embargo como docentes podremos sentirnos satisfechos de hacer bien lo que
nos corresponde, lo que dará como resultado no el fin de los problemas
educativos, pero si avances importantes en el campo de la educación.
Bibliografía
LERENA, Carlos, “El
oficio de maestro. Posición y papel del profesorado de primera enseñanza en
España” (1998), en: ALLIAUD, Andrea, y DUSCHATZKY, Laura, Maestros. Formación,
práctica y transformación escolar, Buenos Aires: Niño y Dávila
Editores-Universidad de Buenos Aires, pp. 23-61.
[1]
LERENA, Carlos,
“El oficio de maestro. Posición y papel del profesorado de primera enseñanza en
España” (1998), en: ALLIAUD, Andrea, y DUSCHATZKY, Laura, Maestros.
Formación, práctica y transformación escolar, Buenos Aires: Niño y Dávila
Editores-Universidad de Buenos Aires, p.4
Ciertamente, las reformas educativas son inevitables. Como también es inevitable que nuestra ideología, visiones del mundo y prejuicios nos limiten la forma de percibir la realidad.
ResponderEliminarEso hace indispensable el hábito de reconceptualizar la propia práctica educativa, para que no sean las reformas, sino nuestro propio criterio, quien determine qué sucede con la propia experiencia, qué se debe mejorar y de qué manera.
Bien, profesor Efraín.
Ciertamente, las reformas educativas son inevitables. Como también es inevitable que nuestra ideología, visiones del mundo y prejuicios nos limiten la forma de percibir la realidad.
ResponderEliminarEso hace indispensable el hábito de reconceptualizar la propia práctica educativa, para que no sean las reformas, sino nuestro propio criterio, quien determine qué sucede con la propia experiencia, qué se debe mejorar y de qué manera.
Bien, profesor Efraín.